viernes, 22 de mayo de 2015

Voy a querer...

...ser tu Milano.

Y voy a querer reírme. Contigo. De mí. Y, si me dejas, también de ti. Prometo hacerte reír. Y espero que tú hagas lo mismo por mí. Pues "dos personas que se hacen reír, tienen derecho a todo."

Voy a querer viajar. Siempre. Por todo el mundo. Cualquier lugar por descubrir siempre será un buen destino. Y, si nos gusta, a lo mejor voy a querer repetir.

Voy a querer comer. De todo. Dulce y salado. Y voy a querer que comas tú también. Que lo disfrutes tanto como lo hago yo. Llevarte a mi restaurante favorito del mundo mundial y que te guste más que a mí. Compartir sobremesas sin fin.

Voy a querer bailar. Ya sabes, como "si nadie estuviera mirando". Ésa es la única forma de que, realmente, merezca la pena el baile. Y voy a querer que tú me saques a bailar.

Voy a querer hablar. Mucho. Y de todo. Y este punto no tiene discusión. Así que, de momento, no voy a decir nada más. Por lo que pueda pasar.

Voy a querer complicidad y compartir tardes de sofá. Un café por la mañana. El gin-tonic de las 8 y que para unas cañas nunca tengamos hora establecida. Que te guste la playa tanto como a mí y a mí la montaña tanto como a ti.

Voy a querer cantar. Debajo de una ducha caliente. Y con la compañía de los acordes que aún no sé tocar.

Voy a querer las mariposas. E ignorar todos los estudios que dicen que sólo duran un par de años. No tienen ni idea de la capacidad de aguante de mi estómago. Voy a querer las mariposas dentro, por siempre jamás.

Voy a querer sorpresas. De las buenas. De las de verdad. No quiero flores, ni bombones. O, a lo mejor, los bombones. Pero solo cuando tenga hambre. De chocolate, por favor. Y sin rellenos raros de fruta o licor.

Voy a querer besos. En la frente cuando me despierte. Y en el cuello cuando me despiste. Y todos los demás extra que me quieras dar.

Voy a querer tantas cosas que seguramente no sepas ni por dónde empezar. Pero, la verdad es que, por muchas cosas que quiera, lo único que realmente voy a querer es ser tu Milano. Ser tu Milano y nada más.


Si me prometes eso y...
"si no tardas mucho, te espero toda la vida." 

miércoles, 20 de mayo de 2015

No por nada...

No por nada soy fan incondicional de Harry Potter y en más de una ocasión me he sorprendido a mí misma formulando muy concentrada conjuros levitatorios. Ya sabéis... ¿No? Bueno, pues para los que no sabéis (creo que, por una vez, los de la Logse os llevan ventaja porque ellos seguro que lo saben) este es el conjuro: ¡Wingardium Leviosa! Como os decía, más de una vez me he sorprendido diciéndolo y esperando a ver qué pasa. Y no, no pasa nada. Yo no pierdo la ilusión. Nunca. Pero hasta ahora no ha pasado nada. Quizá sea porque suelo hacerlo sin mi varita. O quizá sea porque no tengo. Varita. Porque ilusión sí tengo. Y mucha.


Seguramente, no por nada, sin ser especialmente deportista (lo sé, mi cuerpo atlético no me delata, pero los que me conocéis sabéis que es así. Cambiar la actividad física por el estado horizontal no es lo mío. Aunque, a veces, lo hago. No sé por qué. Pero, a veces, es así. Preparaos que ahora salgo del paréntesis y tenéis que seguir el hilo de la frase de antes de este rollo. ¿Preparados? ¿Listos? Allá vamos...) he sentido unas INCONTENIBLES ganas de jugar a quidditch. Y lo que es peor aún, he sentido que sería buena. Digo más, muy buena. Lo cual no tiene ningún sentido porque nunca he sido especialmente buena en ningún deporte. En otras cosas, sí. Pero en ésta, no. Eso es así.

No por nada, hablar élfico me parecería... No encuentro las palabras. Os lo digo en élfico:



Tampoco es por nada que vivir en una casa estilo Hobbit sería algo así como un sueño hecho realidad. Sí, una de esas con puerta redonda, incrustada en la montaña y rodeada de verde. Con un banquito en la entrada y Gandalf apareciendo de vez en cuando a saludar con su pipa de la paz. Y lo que no es la paz. Busqué bastante. Mucho. De hecho, busqué por todo Madrid. Pero no encontré nada parecido. Sobre todo por lo de la montaña, el verde y Gandalf. Pero encontré algo redondo. Y, seguramente por eso, convencí a Tere (o Tere me convenció a mí porque con ella, a parte de compartir genes o precisamente por eso, comparto también esta tarita) y nos mudamos. Y ahora me siento como si viviera (casi) en La Comarca. Los que habéis pasado por allí, ya sabéis de qué os hablo. Los que no, adjunto documento gráfico para que entendáis de qué os hablo:


Y si después de ver la foto de la puerta de mi nuevo hogar os parezco exagerada, podéis preguntarles a mis nuevos vecinos que el otro día se mudaron y lo primero que preguntaron fue si aquí hablábamos élfico. Quise salir y decirles que sí. Me pareció maravilloso.

Por todo esto, me imagino que no es por nada que, frecuentemente, me pregunte y pregunte a los demás cuál sería el súper poder que elegirían en caso de que pudieran elegir uno. Y no por nada yo tengo mi respuesta clara. Muy clara. No es gratuito. He invertido mucho tiempo de mis últimos 30 años pensando y sopesando las diferentes posibilidades. Y puedo decir que, sin dudarlo ni por un segundo, la teletransportación sería el súper poder que elegiría, en caso de que alguien me diera la oportunidad de elegir uno. 

Y ayer hablé con alguien que me hizo corroborarlo. 

Deberías saber que me hubiera teletransportado al sur de España eliminando así los seiscientos y pico km que nos separan en estos momentos y te hubiera acompañado a comernos un McMenú. Con patatas y coca-cola grandes por unos céntimos más. Y postre, por favor. Hubiera disfrutado esta ingesta de calorías mientras me ponías al día de tu vida y yo, a lo mejor, hacía lo propio con la mía. Y hubiéramos compartido una vez más habitación en cualquier hostal barato como cuando cogíamos el coche y nos recorríamos España de arriba a abajo. Nos hubiéramos reído, tal vez llorado, seguramente disfrutado. Y mucho. Seguro que hubiéramos disfrutado mucho. Y esta mañana me hubiera vuelto a teletransportar a Madrid. 

Todavía nadie me ha dado la oportunidad de elegir un súper poder. Pero, si alguien lo hubiera hecho, no dudes ni por un segundo, amiga mía, que ayer me hubiera teletransportado para estar contigo.

"Compañeros hay muchos, verdaderos amigos solo unos pocos."
Steven Santana

P.D: Para los que no controláis el idioma, os desvelo el misterio. Hablar en élfico me parecería... Espectacular.

martes, 19 de mayo de 2015

Hoy es momento para otra cosa

A veces me pasa que me leo y me río. La verdad es que me pasa con bastante frecuencia. Lo de reírme cuando me leo. Mucha. Me pasa con mucha frecuencia. Supongo que por eso escribo. Ya sabéis, no tanto como debería (o me gustaría). Y si os parece que escribo poco, la realidad es que me leo mucho menos. Pero a veces, me leo y me río. Y cuando me río por leerme, escribo. Pues bien, todo esto para contaros que ésta es una de esas veces.

Y, esta vez, coincide con que tengo varios temas rondándome la cabeza sobre los que no veo el momento de escribir. Y sobre los que me imagino riéndome mientras los leo. Pero acabo de decidir que hoy no es momento para eso.

Hoy es momento para otra cosa.

Como sabéis hace pocas semanas cumplí LOS 30. En realidad, lo alargué todo lo que pude. Traté de hacer como si no fueran conmigo. Intenté despistarlos, ignorarlos, confundirlos, engañarlos, desorientarlos... incluso rechazarlos. Pero, a pesar de mis esfuerzos, llegaron, me encontraron y no me quedó más remedio que (con más o menos ganas) aceptarlos y... Y ya.

Y, lo mismo que hace 30 días cumplí 30, hace 4 años y 30 días cumplí 26 (para los de la Logse, sé que el cálculo es algo complicado, pero voy a intentar explicarlo de la forma más sencilla posible: 30 años y 30 días menos 4 años y 30 días = 26 años). Y no es que en los 26 pasara nada excepcional. O sí. No lo sé. Pero sé que escribí un post que, por alguna razón (puede que la razón tenga nombre de despiste) no se llegó a publicar. 

Y hoy es momento de esta cosa. Porque sí, porque hay momentos para todo y hoy es un día tan bueno como cualquier otro para publicar algo con lo que 4 años y 30 días después todavía me siento algo (no mucho, un poco, pero algo) identificada:

"Seguro que más de una vez os ha pasado como a mí y os habéis cagado en la madre que lo parió. Porque aunque no nos guste, todos hacemos cosas que sabemos que no están bien, cosas que podríamos evitar, cosas que pueden molestar a los demás, cosas que incluso pueden perjudicarnos a nosotros mismos. En fin, muchas cosas que a veces hacemos sin pensar, otras pensándolas, otras ni nosotros mismos lo sabemos. Unas veces porque sí, otras porque no, otras porque ni sí, ni no, porque en algún momento nos dio lo mismo.  
No pasa nada, yo soy de la opinión de que las cosas una vez pasan, han pasado y punto y no suele tener mucho sentido seguir dándoles vueltas porque normalmente no se llega a ninguna conclusión. Hasta hoy. Hoy he llegado a una. 
Como sabéis, recientemente cumplí mis 26. A unos os parecerán más, a otros menos... A mí me parecen una barbaridad de años, o me parecían. Porque hoy estaba pensando que todas esas cosas que menos me gustan de mí y que han sucedido durante mis primeros 25 años de vida, en realidad me las podía permitir. Sí, me las podía permitir porque me encontraba en mis primeros 25 años. ¿Y qué son 25 años de nada si uno se pone a pensar en sus segundos 25, sus terceros 25, incluso quién sabe si sus cuartos 25? Nada. 25 años no son nada. 
Solamente son 25 años de aprendizaje, de inexperiencia, de no saber nada aunque pienses que lo sabes todo, de ir adquiriendo madurez, de empezar a tener más conocimiento y de poder permitirte ciertas cosas precisamente por todo ello.
Así que, de repente, me ha invadido una cierta tranquilidad cuando me he dado cuenta de esto y he tomado una decisión. He decidido que desde hoy, me auto-perdono todas las cosas de las que no me sienta especialmente orgullosa que haya cometido durante estos primeros 25 años de vida. Esas cosas que una vez pasadas, echas la vista atrás y hacen que no te reconozcas. O que te reconozcas y no te guste lo que ves. Pues de todas esas cosas. 
Os guste o no, yo misma me las perdono. Y, sinceramente, me parece una decisión genial. Me parece genial porque aunque probablemente sea algo benévolo por mi parte, también es una forma de exigirme más a partir de ahora. De exigirme más porque ya entro en mis segundos 25 años (ésos que van peligrosamente de los 25 a los 50...) y en ésos no me voy a perdonar tan fácilmente. Ya no son años de aprendizaje. Ya no son años de inexperiencia. Ya son otra cosa. Ya no hay excusa. 
Así que a partir de mañana me cagaré en la madre que parió al cargo de conciencia, pero hoy, hoy he decidido que no es tiempo para eso."


"La conciencia es una voz interior que nos advierte que alguien puede estar mirando."
Henry-Louis Mencken