martes, 10 de enero de 2017

El sentido de mi falange

Esta mañana no me podía despertar. No es que no me pudiera mover de la cama, que tampoco. Pero, por encima de no poder moverme, no me podía despertar. Las alarmas (sí, "las" porque me pongo todas las que me permite mi teléfono, eso es así) se han repetido en bucle infinitas veces. Infinitas. Una detrás de otra. Ha llegado un momento en el que apenas pasaban unos segundos entre ellas. Pero, ¿cómo puede llegar a pasar algo así si originalmente tenían 10 o 15 minutos de diferencia? El bucle. Infinito. Vamos, digo yo. El bucle y ese botón-tentación de "posponer" que te permite posponer y posponer y posponer. Y así infinitas veces hasta que unas alarmas se juntas con las otras y llega un momento que ni el teléfono ni tú sabéis lo que está sonando, ni si lo que suena es real o sigue siendo un sueño.

En fin, que en ese debate me encontraba yo conmigo misma, cuando he pensado, es muy pronto. Podrías dormir una horita más. Pero luego he pensado, no deberías. Sabes que lo que deberías hacer es levantarte e ir a yoga. Sí, es que ahora voy a yoga. Y me estiro. Y respiro. Y me quedo con la "mind" muy "fulness". Y esas cosas.

Así que, después de debatir conmigo misma varios minutos más, por fin me he decidido y para alivio de mi teléfono y del bucle (el infinito), me he levantado y he salido de casa.

¡Conseguido! O casi...

De camino a yoga, he pasado por una cafetería donde ponen unos cruasanes buenísimos. Sí, se dice curasán, pero parece que se escribe cruasán. Será que así con la r por medio es más chic. El caso es que en la puerta de la entrada hay un vinilo que dice que "All you need is coffee". Yo creo que hay momentos en lo que "All you need es un cruasán". Y más si es de este sitio. Y más si es de los que llevan la r por medio. Pero bueno, eso ya, cada cual...
Miro el teléfono. No, para alivio mío y vuestro ya no hay alarmas. Pero hay hora. Son las 8:10h. En ese momento, soy consciente de que no me va a dar tiempo a terminar mi clase de yoga. Es que ahora ya soy alumna cuasi-avanzada y tengo que invertir aproximadamente una hora y media. Os parecerá una barbaridad, pero la verdad es que entre que te estiras, te encoges, respiras y haces un poquito de "mind" y otro de "fulness"... Pues eso, una hora y media.
Así que he pensado, tengo mi libro aquí, podría desayunar un cruasán y leer y ya, si eso, esta tarde voy a yoga. Pero luego he pensado, con lo que me ha costado levantarme (ya sabéis que ha sido muchísimo y con muchísimo también sabéis que me quedo corta) y llegar hasta aquí y lo poco que me conviene seguir comiendo bollos después de las fiestas navideñas por mucha r por medio que tengan... ¡Venga! Vamos a clase.

Total, que entro y veo que hay muchos zapatos en la entrada. Pienso, qué rollo, parece que hay mucha gente. Pero ya estoy aquí. Así que me quito los míos. Llevo puestos los calcetines de lana nuevos de papá Noel. Pienso, qué monos y qué calentitos. Y mientras pienso en mis calcetines voy mirando por la puerta de cristal que da a la clase a ver si hay sitios libres. Y, de tanto pensar y mirar, de repente siento que mi calcetín izquierdo mono y calentito se engancha con algo y empiezo a caer hasta que me estampo con la puerta de cristal de la clase produciendo un estruendo considerable gracias al cual todo el mundo me mira. Pienso, Susana, la próxima vez que alguien te pregunte por momentos en los que hayas querido que te trague la Tierra... Éste. Tardo aproximadamente 10 minutos en atreverme a entrar como si nada hubiera pasado. Tuturuuu.

Entro, mi profesor me pregunta que qué me ha pasado y me dice que he hecho una entrada triunfal. Y tan triunfal, pienso yo. Empiezo a hacer mis ejercicios y con ellos empiezo a ver las estrellas. Una a una. Constelación a constelación. Y pienso, amiga, lo tuyo con los huesos... No sé, a lo mejor deberías hacértelo mirar 👀

Así que, decido hacerme caso a mí misma y al color morado de mi dedo del pie y a la forma de morcilla que está adquiriendo por momentos y voy a mirármelo. Después de una tourné por un centro de salud que no era el mío donde una médico que hablaba muy rápido y muy raro ha decidido que no me solucionaba nada, me he ido en busca de algún sitio en el que me quisieran solucionar mi incipiente cojera. Y, después de hacerme las radiografías pertinentes, una médico que se jubilaba hoy y que estaba más feliz que una perdiz me ha dicho que tengo una fractura en la falange. Me lo ha dicho sonriendo. Yo creo que es porque se jubilaba. Y porque estaba más feliz que una perdiz. No por mi falange. Espero.

Vamos, que me he roto el dedo gordo del pie izquierdo.

En fin, que no quiero hacer conclusiones precipitadas de todo esto, pero es inevitable pensar, ¿cómo ha podido pasar algo así? ¿Será por no hacer caso al bucle (al infinito) o por no atender la llamada del cruasán (porque sí, yo me he resistido, pero la realidad es que me estaba llamando)? ¿Cuál es el sentido? No, el de la vida no. Que también. Pero, en este caso, ¡el de mi falange!

No sé. A lo mejor, el único sentido de todo esto es que me tenía que volver a sentar y... Y escribir.


"Nada ocurre porque sí. Todo en la vida es una sucesión de hechos que, bajo la lupa del análisis, responden perfectamente a causa y efecto."
Richard Feynmann

1 comentario:

  1. Si es que a ciertas horas hay cosas que deberían estar prohibidas.... Para otro día ya sabes que la mejor opción es un curasán y un buen café! Espero que estés bien!

    ResponderEliminar